A dos kilómetros de Carcastillo, a orillas del río Aragón y en medio de una explanada sin apenas vegetación, se levanta el complejo de edificios medievales que forman el monasterio cisterciense de La Oliva. Su nombre tiene mucho de leyenda ya que, según cuenta la tradición popular, un rey navarro, en su lucha contra los árabes, resultó herido y fue a morir al pie de un acebuche.
En el lugar del olivo silvestre se construyó el monasterio de La Oliva, fundado en 1149 por la orden del Cister. Tras siglos de esplendor en la Edad Media, la guerra de la independencia y la Desamortización dejaron al cenobio en ruinas y abandonado hasta que en el siglo XX se restauró y restituyó la vida monástica.
Al llegar a la explanada del monasterio, nos encontramos ante un
conjunto monumental de grandiosa sencillez. La entrada se realiza bajo un profundo arco apuntado a cuyos lados se conservan restos de la antigua muralla del siglo XII y, en la parte superior, el palacio abacial. Al traspasar esta entrada, descubrirás un amplio conjunto integrado por varias edificaciones que se agrupan en torno al claustro y patios abiertos.
En la parte central, está la
iglesia de Santa María (XII-XIII) que combina elementos góticos y románicos. Está considerada como una de las construcciones más perfectas de la escuela hispano-languedociana. Su interior nos descubre un espacio sobrecogedor de tenue iluminación.
Desde el lado norte de la iglesia se accede a las
dependencias medievales del monasterio, distribuidas en torno al claustro del siglo XII reconstruido durante los siglos XIV y XV. Rodeando al claustro, están la sala capitular, una buena muestra de arte protogótico, la antigua sacristía, el refectorio, la cocina y una grandiosa escalera del XVI. Alrededor de estas dependencias se encuentran los restos de la cillerería, y la capilla de San Jesucristo, ubicada en el huerto como si fuese una pequeña ermita.
Además de la riqueza artística, el cenobio brinda al visitante la oportunidad de asistir, vestido con decoro y guardando silencio, a las liturgias diariamente cantadas por los monjes en lengua vernácula, las cuales se celebran a las 4:30 (Rezos); 7:00 (Eucaristía); 8:15 (Tercia); 12:45 (Sexta); 15:10 (Dona); 18:30 (Vísperas) y 20:45 (Completas y Salve).
El monasterio, que cuenta con hospedería en la que puede alojarse cualquier visitante, dispone también de viñedos y bodegas, y bajo la marca Monasterio de La Oliva comercializa vinos tintos (reserva, crianza y jóvenes), rosado, vino de licor y vino para celebrar misa. Todos, salvo el licor, están amparados por la
Denominación Origen Navarra y pueden adquirirse en la tienda del monasterio.
Si te interesan los espacios naturales, visita la laguna de Pitillas o el embalse del Ferial, una laguna rodeada de pinos; ambas disponen de observatorio de aves. También puedes optar por adentrarte en el
Parque Natural de las Bardenas Reales o dirigirte a
Ujué (pocos kilómetros al norte del monasterio) para comer las típicas migas de pastor.