Ya por la
tarde, las callejuelas de
Corella sirven de contexto para un magistral cortejo. A través de la imaginería de los pasos, son representadas escenas de la Pasión de Cristo, y diversos personajes bíblicos vuelven a la vida durante unas horas. Se trata de
un solemne desfile barroco del siglo XVIII que en 1967 fue declarado
Procesión de Interés Turístico por el Ministerio de Información y Turismo por ser
uno de los cincuenta desfiles procesionales más característicos y originales de España.
Entre los actos más representativos cabe destacar la
Entrada en Jerusalén. Tras el paso correspondiente, desfila un grupo de niños con las palmas, cuatro chicas portando una alfombra, y Jesús con el índice derecho alzado que va montado en un burrito muy adornado.
Asimismo,
el Prendimiento es otro de los momentos de mayor autenticidad. Jesús camina descalzo con una soga al cuello. Los verdugos le subyugan con palos y tiran de la cuerda hasta que el reo vacila y se desploma.
Pero sin duda, la escena cumbre del drama es el
Encuentro de Cristo con Cirineo y la Verónica. En la plaza del Crucero, ante la atenta mirada del expectante público, Cristo camina portando una pesada cruz de cien kilos. Con el rostro sufriente camina lentamente hasta que aparece un hombre con hábito morado. Tras arrodillarse y besar el suelo en tres ocasiones, se aproxima a Cristo y le ayuda a acarrear su carga el resto de la procesión. Aparece la Verónica con un paño blanco y limpio y enjuaga la cara del Señor. En el lienzo queda impresa su imagen.
A pesar de la multitud de personas congregadas ante la escenificación, reina un silencio sobrecogedor que incrementa la intensidad emotiva del acto.