Cada pueblo tiene su identidad. En pueblos como Burgui o Isaba continúan resonando los ecos de golondrinas y almadías. Las golondrinas es el apelativo que recibieron las jóvenes alpargateras roncalesas que cada otoño caminaban hasta la fábrica de Mauleón (Francia) donde se quedaban hasta primavera. Este hecho y su indumentaria negra que completaban con un taburete blanco justifican el sobrenombre. Hoy en día, revelan sus memorias en el
centro etnográfico del valle, en
Isaba. Es además el núcleo de población más pujante del valle y lugar elegido por muchos excursionistas para adentrarse en el vecino valle de Belagua.
Por su parte, las almadías dejaron de usarse a mediados del pasado siglo con la construcción del Pantano de Yesa. Pero cada año en primavera,
Burgui homenajea este antiguo oficio en el
Día de la Almadía, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional. El descenso de varias embarcaciones por el río finaliza con el espectacular salto de la presa de la localidad, en las inmediaciones de su majestuoso puente medieval. El valle de Roncal ha sabido guardar con celo sus recuerdos. Así, los oficios antiguos están muy presentes en Burgui, donde podrán seguir el paseo señalizado de los oficios.
Cerca de Burgui,
Vidángoz es un pequeño y precioso pueblo apartado de la carretera general que todos los años rememora en sus fiestas patronales -a finales de agosto- los famosos
akelarres de brujas, personajes habituales en tiempos en diversos pueblos del valle y de los que existe importante documentación recogida en otras tantas leyendas que han ido transmitiéndose de padres a hijos.
El centro geográfico del valle es
Roncal. Merece la pena recorrerla y deleitarse con su imagen: calles empedradas distribuidas en forma de Y en torno al río Esca que descienden en pendiente desde la iglesia parroquial, desde donde se contempla una bella vista del pueblo. Muy cerca de la iglesia se halla la
Casa Museo del tenor Julián Gayarre, donde se han reunido objetos relacionados con el tenor y una amplia documentación sobre su vida. A pie de carretera encontrará el
Centro de Interpretación de la Naturaleza, que nos acerca la flora y la fauna del lugar a través de paneles y audiovisuales. Alejado del núcleo urbano, en el cementerio de la localidad, descansa el tenor Julián Gayarre en su ello
mausoleo.
Cierra el valle por el norte
Uztárroz, cuyas empinadas calles conducen hasta la iglesia de Santa Engracia, que alberga un órgano considerado el mejor ejemplar del barroco navarro. Pero sin duda, esta localidad es famosa por cobijar el
Museo del queso y la trashumancia. Todo un homenaje a la vida pastoril y a uno de los productos más sobresalientes del valle, el
queso con denominación de origen Roncal.
Características comunes para todo el valle de Roncal son sus tradiciones y las infinitas posibilidades deportivas. En las ocasiones festivas, los roncaleses muestran con orgullo su magnífico traje típico. Así por ejemplo, cada 13 de julio, cuando celebran el
Tributo de las Tres Vacas, una fiesta de hermandad con el vecino valle de
Baretous (Francia) que se remonta al siglo XIV y que reúne a miles de personas en torno a la Piedra de San Martín, a más de 1.750 metros de altitud.
Uno de los rincones más llamativos de todo el
valle de Roncal es el
valle de Belagua. El ecosistema más relevante del Roncal, con alturas que oscilan entre 1.100 y 2.428 metros. Un enclave donde la naturaleza y la historia se funden. Descúbralo accediendo al
dolmen de Arrako, monumento funerario rodeado por un cromlech. Un espacio donde los amantes del deporte podrán realizar un sinfín de actividades: senderismo, descenso de barrancos, esquí de fondo, parapente, raquetas de nieve, alpinismo, travesías de montaña, escalada, espeleología, etc. Puede realizarlas por su cuenta o a través de las diversas empresas especializadas existentes en la zona.
Ruta recomendada para conocer el entorno próximo al valle de Roncal.